“Había una vez…” Todas nosotras deberíamos leer estas tres primeras palabras de todo cuento a nuestros hijos cada día, porque leerles ayuda a los niños a conseguir un mejor desarrollo emocional, cognitivo y social. Si tienes un bebé y piensas que es demasiado pronto, no es cierto: la Academia de Pediatría de Estados Unidos recomienda leerle en voz alta y todos los días desde los seis meses de edad (si comienzas antes, mejor aún). Si, por el contrario, crees que ya es tarde porque tu hijo está algo grande, también es un error: leer con tus hijos crea un vínculo especial con ellos sea cual sea la edad que tengan y los beneficios son -en una palabra- incalculables.
La lectura con tus hijos es de infinito valor. Ese momento en que se sientan juntos para compartir una historia o en el que le lees para que se duerma es un tiempo que no debe ser reemplazado. Aprovéchalo y disfrútalo. Si tú lo disfrutas, tu hijo también lo hará.

Tener la casa llena de libros que nadie toca no sirve de nada. Un lector no nace sino que se hace, por lo que si queremos estimular la lectura en nuestros hijos, somos nosotras quienes debemos dar el primer paso. Lo ideal es que establezcas una hora del día para leer con tus hijos, que se convierta en una costumbre. La clásica es la hora antes de dormir pero puede ser después de la merienda o cuando llegas del trabajo. No importa. Lo importante es que la lectura esté presente todos los días tan cotidianamente como el juego.
Da el ejemplo. Tus hijos quieren imitarte. Si ven libros en casa y te ven leerlos; si te tomas el tiempo de leer con ellos y lo disfrutas, ellos también lo harán. Démosle a la lectura el valor que se merece.
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